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El crossover de DC, ‘Crisis on Earth-X’, nos ha dejado con un muy buen sabor de boca

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Un año más, The CW reúne a los superhéroes de sus series, Supergirl, Arrow, The Flash y Legends of Tomorrow en un crossover especial de cuatro capítulos, Crisis on Earth X. Otro crossover que vuelve a hacer disfrutar como una niña pequeña.

Esta vez la muchachada se reúnen para asistir a la boda de Barry Allen. Pero las cosas se tuercen, porque tienen que torcerse, claro está, y los dobles malvados de nuestros héroes, pertenecientes a Tierra X, impiden que la ceremonia pueda celebrarse para poder llevar a cabo sus planes.

The CW parece que ha estado tomando nota estos últimos años, apuntando lo que funciona y lo que no, y así darnos más de lo primero y menos de lo segundo. El resultado este año ha sido épico y divertido por igual, y muy, muy chachi piruli. Hacer un crossover no es fácil. Tenemos cuatro series diferentes, que van a su bola, con su ritmo, y cada una con un rollo distinto. Pero en Crisis on Earth-X han conseguido cohesionarlas e integrarlas muy bien explotando el punto fuerte de todas ellas, el que casualmente, además, es su punto en común, que es el de conocer qué clase de producto son. Series ligeras, sin ningún tipo de pretensión más que pasemos un buen rato con ellas, y que dejan caer todo su peso en el carisma de sus personajes. Aquí tiran de esa fórmula multiplicada por cuatro que nos deja un crossover con una genialosa dinámica de personajes y una trama potente y entretenida. Es que vamos a ver, a quién a no le gusta ver cómo le patean el culo a los Nazis.

Por si todo esto fuera poco, The CW ha hecho un buenísimo trabajo en cuanto a representación LGBT. El recuento nos deja con 3 actores y 4 personajes LGBT, croqueteo del bueno (yay!), y un nuevo hito para la historia de la televisión, y bueno, del audiovisual, en general, con la aparición del primer superhéroe gay, The Ray, interpretado por Russell Tovey. Punto para The CW y DC que cuando se trata de diversidad y superhéroes, lo están haciendo francamente bien.

Han sido cuatro capítulos que me han sabido a poco y que me han dejado con ganas de más (y también con ganas de un spin off sobre las aventuras de Sarah Lance y Alex Danvers), pero nada, tocará esperar hasta el año que viene para el próximo.

La lata de Coca-Cola para apoyar el matrimonio igualitario en Australia que acabamos de descubrir (cof)

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El 15 de noviembre, Australia entraba a la lista de países que han aprobado el matrimonio igualitario -a través de un referéndum, eso sí-. La noticia, obviamente, no es esa. La noticia es que, más de medio mes después, hemos descubierto una lata de Coca-Cola apara apoyar ese derecho. Porque así somos, alegres -y veloces-. 

“La palabra amor es reflejo de nuestros principales valores como compañía y si en algún punto teníamos que experimentar con la tipografía Spencerian, este era, desde luego, el momento de hacerlo”, decía en su momento James Sommerville, vicepresidente de Diseño Global de The Coca-Cola Company.

Pues nada, eso sería. ¡A brindar por el amor!

Vía: Coca-Cola España

 

La tiranía del silencio, o cómo el lenguaje nos hace libres

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Hace días que callo. Hace días también que las palabras centrifugan en mi interior, como llevadas por el torbellino emocional que azota mi vida. Y la sensación de querer decir y no poder es asfixiante.

La incapacidad de decir es, en mi caso, autoimpuesta: como un tapón en la boca (qué imagen tan desagradable) o unas esposas en las manos. Escribo, que yo recuerde, desde los 9 años: poemas, un diario, cuentos, una novela ya con trece. Y si no escribo no soy yo. Las palabras me ordenan y me completan.

Pero no es mi intención disertar ahora sobre la manera en que el lenguaje moldea el pensamiento, sino hablaros de series. De series televisivas, sí, y en concreto de una distopía, basada en un libro de Margaret Atwood, que he visto recientemente: El cuento de la criada (The handmaid’s tale).

Porque en esta historia de ficción las mujeres tampoco hablan ni escriben.

Cubierta de la edición española, por la editorial Bruguera, de la novela El cuento de la criada

Las que hayáis visto la serie o hayáis leído el libro pensaréis que este es un resumen muy parcial o tergiversado del asunto de esta obra. En efecto, esta historia trata de una nueva organización social, constituida tras un golpe de estado, en la que la mujer queda reducida a su función primigenia y natural: la del hogar y, fundamentalmente, la de la procreación. Aún hay un criterio añadido que clasifica a las mujeres en dos grupos: el del poder económico. Así, las mujeres quedan limitadas al ámbito doméstico, sea como devotas esposas que se dedican exclusivamente a la casa y al marido (las casadas con hombres poderosos, las no fértiles), sea como esclavas sexuales (las fértiles y no poderosas) cuya única función es dar hijos a las parejas ricas que no pueden tenerlos de manera autónoma (cosa, al parecer, generalizada en esa humanidad de ficción).

La reducción de la mujer a objeto reproductor es brutal.

Ocurre aún hoy en día, en nuestra sociedad occidental, aquí, en nuestros barrios, pueblos y ciudades. Ocurre, aunque a otro nivel. Ocurre cuando recibes un trato distinto por no ser madre; cuando tu entorno parece señalarte, con condescendencia, al alcanzar esa edad límite en la que se hace difícil, si no has tenido hijos ya, que puedas tenerlos. Parece ese entorno (pienso ahora en vecindarios, en grandes familias, en pueblos como el de Vetusta) señalarte como el bicho raro que no ha disfrutado de la maravillosa experiencia de ser madre y que va a quedar marcado con esa falta o ausencia porque no ha cumplido con el rol social para el que su sexo está predeterminado. Eso no les pasa a los hombres, sin ir más lejos.

Sin embargo, lo que más me ha impactado de El cuento de la criada no es tanto esta cosificación reproductora como el hecho de que a las mujeres se les impide expresarse. Las criadas, entre sí y con sus “amos”, apenas intercambian unos cuantos comentarios meteorológicos ya predefinidos; unas cuantas fórmulas corteses que llevan bien aprendidas de memoria porque antes de estar listas para el “servicio” han sido adoctrinadas. También tienen prohibido leer: no hay ni siquiera revistas a las que aferrarse. Y ni tan solo las mujeres de la clase social poderosa, ni siquiera las que habían sido líderes de la revuelta intelectual que condujo al golpe de estado y al nuevo orden social; ni siquiera ellas tienen permitido escribir ni opinar, y toda opinión puede considerarse una extrapolación en sus funciones domésticas susceptible de ser sancionada.

Las mujeres de esta historia callan, no leen; su silencio obligado es la clave para anular su pensamiento. Así se educó también a las mujeres españolas durante el franquismo, y así se ha construido también una historia de la literatura, de la política, del periodismo en que las voces de las mujeres han sido silenciadas. Hace apenas unos días se celebró en León el II Congreso Capital del Columnismo, y en el cartel para promocionar el acto, entre los doce nombres de columnistas anunciados, no había ni uno solo de mujer. Y os aseguro que existen; y, si no, preguntadles a Barbijaputa o a Sònia Moll Gamboa, por poner dos nombres que pueden resultarnos familiares.

Primer cartel del II Congreso Capital de Columnismo: en el segundo cartel promocional se incluyeron, por fin, nombres de mujeres

Se preguntaba Mariano José de Larra si no se lee porque no se escribe o no se escribe porque no se lee. Durante siglos, la mujer, centrada solo en las labores domésticas y en la reproducción y la crianza de los hijos, ni leyó ni escribió. Hasta que en el siglo xix, alfabetizada ya la población y con la aparición de la novela folletinesca, por fascículos, las mujeres pasaron a ser el grupo social que más vorazmente leía.

Por eso, ahora que todas leemos y que todas podemos escribir, no deberíamos pasar por alto estos silencios que, ya sea en la ficción, ya sea en congresos como el del columnismo de este octubre, anulan o infravaloran las palabras de las mujeres, quizá por influencia de los siglos de historia en que las únicas palabras consideradas relevantes han sido las pronunciadas por los hombres.

Al fin y al cabo, lenguaje y pensamiento van de la mano, y la única manera que tenemos las mujeres de dejar nuestra impronta intelectual sobre el mundo es plasmarla en palabras.

¿De qué hablamos cuando hablamos de literatura lésbica?

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¿Existe la literatura lésbica como género literario o la orientación sexual de los protagonistas no debería definir una novela?

Hace unos días, Miriam B. Vigo partió la pana en su blog con un artículo acerca de si existía o no la literatura lésbica. “Y os contaré un secreto: creo que ninguna autora o autor escribe novela LGBT propiamente dicha. Escriben novela romántica, novela fantástica, novela intimista, novela de ciencia ficción en cuya trama se refleja algún personaje homosexual. No sé en qué clase de mundo seguimos viviendo que hace que este tipo de libros deban tener un distintivo, como si solo pudieran enfocarse a un público general. Qué rabia.”, escribe Miriam en su artículo.

Aunque yo sí me defino como autora de novela lésbica, entiendo lo que quiere decir Miriam porque es algo sobre lo que siempre doy vueltas. ¿Existe la literatura lésbica como género?

Como bien le apuntaba una lectora a Miriam en los comentarios de su blog, Marafarinha no sería lo mismo si Olga y Ruth no fueran dos chicas que se enamoran, porque la trama gira en torno a sus dificultades para reconocerse enamoradas de una persona de su mismo sexo, a esa falta de libertad que sí tendrían si fueran un hombre y una mujer.

Las etiquetas son útiles para que te encuentren. Obviamente, estaría genial que me leyera todo el mundo de habla hispana, pero no es mi objetivo. Ya bastante difícil resulta que te lean todas las lesbianas de habla hispana aun escribiendo historias en las que podrían verse reflejadas.

Además de a escribir, me dedico al marketing online de manera profesional. El objetivo principal de estar en internet es que te encuentren. Y es imposible que te encuentren si no te defines, te etiquetas, uses las palabras que está buscando tu público objetivo (¿he oído SEO?).

Existe la novela lésbica porque existe la lectora lésbica. En un principio, me autodefiní como escritora de historias de amor entre chicas con final feliz porque eso era lo que demandaba mi público, cansado de muertes, suicidios y asesinatos de sus personajes favoritos en la ficción. Claro que nos gustaría que nos fichara una editorial potente y llegar a más gente, pero no olvidemos que sin las lectoras lesbianas y bisexuales, el trabajo de Clara, Marta, Gema, Miriam, Emma, Mila, Adriana, y tantas otras, no tendría sentido.

Existe la novela lésbica porque existe la lectora lésbica.

Pero también es cierto que no sólo existe una lectora lésbica (como tampoco existe una escritora lésbica). Hay muchos tipos de lesbiana, pero todas hemos pasado por lo mismo: autorreconocimiento, lucha interior y salida del armario. Aderézalo con lesbofobia y machismo, y añade algo de confusión porque “las chicas somos más cariñosas que los chicos y no te vayas a creer que porque una sea maja contigo, ya significa que le gustas” y tendrás los elementos básicos del género lésbico.

A todas nos gustaría que estuviera superado que la orientación sexual de la protagonista no definiera el público de una obra y a la inversa, que la orientación sexual del lector tampoco le limitara para escoger sus lecturas. Puede que a nosotras, lectoras lesbianas, no nos importe leer historias con protagonistas heteros porque es a lo que nos hemos acostumbrado (¡hola, heteronormatividad!). Pero sí lo es para muchos lectores (la mayoría) que eligen o descartan en función de eso. Y no sólo por la orientación sexual. También por el género. Si no, no habría iniciativas como #AdoptaUnaAutora o #LeoAutorasOct.

Sólo nos queda darle a nuestras lectoras lo que quieren: protagonistas con las que se puedan identificar.

Lo ideal sería lo mencionado unas líneas antes, pero es que no es así y a nosotras, como autoras, sólo nos queda etiquetarnos, visibilizarnos y darle a nuestras lectoras lo que quieren: protagonistas con las que se puedan identificar.

Porque si no lo hacemos nosotras, no lo va a hacer nadie.

Chloë Sevigny y Kristen Stewart, juntas y croquetas en ‘Lizzie’

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A este lado del Atlántico, la historia de Lizzie Borden nos suena lo justo, pero en Estados Unidos es una parte fundamental del folklore y de las historias de terror que se cuentan a los niños antes de ir a dormir. Veréis, Lizzie estaba un poco hasta arriba de sus padres, y no se le ocurrió mejor solución que matarlos a hachazos. Control de la ira y resolución de conflictos, cero patatero. Su caso coincidió con la explosión de la prensa en el joven país, y ocupó portadas por encima de sus posibilidades.

La historia de Lizzie ha estado presente desde entonces en la cultura popular y cinematográfica, dando ligar a múltiples adaptaciones. La penúltima corrió a cargo de Christina Ricci, y la podéis ver en Netflix. ¿Y la última? La última os va a gustar.

Como ya os contamos hace tiempo, Kristen Stewart y Chloe Sevigny se pondrán las enaguas y los corsés, sacarán filo a sus hachas, y darán vida a la asesina croqueta más famosa de este lado del Mississippi (Sevigny) y a su supuesta novia (Stewart). Se ha confirmado que la cinta se estrenará en el próximo festival de Sundance, con la siguiente sinopsis:

Basada en el asesinato en 1892 de la familia de Lizzie Borden en Fall River, Massachussets, este tenso thriller psicológico desnuda la leyenda de Luzzue Borden para revelar a la mujer mucho más compleja, conmovedora y realmente aterradora que existe detrás, así como su íntimo vínculo con la joven criada irlandesa de la familia, Bridget Sullivan.

Junto a ellas dos estarán también Jamey Sheridan, Fiona Shaw, Kim Dickens, Denis O’Hare. La edición 2018 de Sundance tendrá lugar del 18 al 28 de enero en Park City. No estaremos, lamentablemente (Sundance, mándanos unas entraditas), pero os iremos contando cositas, como siempre.

Vía: Vanity Fair

¡Gracias a todas las que nos habéis dado el soplo!

“Las chicas del cable” vuelven con un inquietante tráiler

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Las chicas del cable, la primera serie española de Netflix, se estrenaba a finales de abril de este año con un reparto de lujo: Blanca Suárez, Nadia de Santiago, Maggie Civantos, Ana Fernández y Ana Polvorosa nos llevaban a los años 20, a la primera compañía telefónica en España, un bastión para la incorporación laboral de la mujer.

Y seguramente sea algo bastante insólito dentro de la plataforma de vídeo, pero Las chicas del cable volverán este año, el mismo de su estreno, con una segunda temporada -y con una confirmación de tercera para 2018-. La fecha, el 25 de diciembre; el inquietante tráiler, aquí, y los espoilers, después del vídeo: 

La segunda temporada arranca a las puertas de 1929, con nuevas aventuras para las telefonistas. Lo inquietante del tráiler llega con la breve aparición de Sara, la sufragista y jefa de las telefonistas que interpreta Ana Polvorosa, y que en la primera tanda de episodios mantenía una relación con la rebelde Carlota (Ana Fernández), a la que se acabaría uniendo Miguel (Borja Luna), el novio de esta.

En el último episodio de Las chicas del cable, se daba a entender en una toma relámpago que la sufragista, en vez de lesbiana o bisexual, podría ser transexual. Un giro de guión que parece confirmarse con el tráiler, cuando Sara le dice a su compañera: “Carlota, solo quiero entender qué me pasa”, para acto seguido darse un abrazo. ¿Irá a Sara a algún tipo de institución psiquiátrica para “entender qué le pasa”? Esperemos que no, pero lo descubriremos el día de navidad.

Vía: Youtube

El gobierno de Canadá se disculpa formalmente con la comunidad LGBTQ2

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Ayer el mundo vivió un acontecimiento que tardaremos en olvidar, por lo inédito del mismo, y por la importancia que tiene dentro del contexto de la devolución de dignidad a las personas LGBT2. El Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeu, pidió disculpas de manera formal por las políticas que los anteriores gobiernos del país habían seguido con respecto a este colectivo, con medidas claramente discriminatorias que se habían alentado desde la propia institución pública.

La disculpa se dirigió expresamente a los cientos de canadienses LGBT + que fueron dados de baja del ejército o despedidos de la administración pública. Canadá puso en marcha un programa para erradicar a las personas LGBT que se llevó a cabo hasta finales de los años 60, porque se creía que que representaban una amenaza para la seguridad nacional. Las autoridades usaron una creación llamada Fruit Machine para, en teoría, identificar a personas homosexuales. El dispositivo, desarrollado por una universidad en Ottawa, mostraba a los servidores públicos y al personal militar imágenes sexualmente explícitas y medía sus reacciones.

Las disculpas por las cosas pasadas son importantes para asegurarnos de que realmente entendemos, y conocemos, y compartimos, y no repitamos esos errores. Todavía hay tanta discriminación que reconocerla marcará una gran diferencia, y también ayudará a un grupo de personas que, con suerte, no tendrían que atravesar en sus futuras carreras el tipo de discriminación que ocurrió en las últimas décadas. Por los errores del pasado y el tratamiento injusto de los canadienses LGBTQ2, nos disculpamos y prometemos seguir trabajando para luchar contra la desigualdad.

El 2 de la denominación se refiere a los Dos espíritus, un término adoptado recientemente por los estadounidenses nativos contemporáneos LGBT para describirse a sí mismos, una comunidad que es parte de Canadá.

En el pasado, Trudeau también se disculpó por el trato de Canadá a las comunidades indígenas, y por el suceso “Komagata Maru” de 1914, cuando Canadá le negó la entrada a cientos de sijs, musulmanes e hindús pasajeros del barco del mismo nombre, forzándolos a regresar a la India.

Vía: Pink News

‘Godless’, el western femenino está de moda

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Cada poco tiempo Netflix nos trae series nuevas que no esperábamos que fuese de nuestro interés por la temática pero acaban sorprendiendo gratamente. Es el caso de esta mini serie de 7 capítulos creada por Scott Frank, estrenada hace una semana en la plataforma.

La serie se ambienta en un pueblo llamado La Belle donde hace dos años, en un fortuito accidente minero, murieron prácticamente todos los hombres y convirtió el pueblo en una cantina de viudas. A nuestros ojos suena muy pero que muy interesante. Estas mujeres han aprendido a salir adelante sin sus maridos, y no les tiembla la mano ante nadie. Sin duda representan una sociedad femenina que es muy interesante de ver.

Como siempre hay que destacar a unos cuantos personajes que merecen un toque de atención particular. La protagonista, Alice Fletcher (interpretada por la gloriosa Michelle Dockery de Downton Abbey y Good Behavior) es también una viuda, pero por circunstancias diferentes, y vive en un rancho a las afueras con su hijo y suegra india. Alice lleva muchos más años luchando contra las adversidades sin dejarse intimidar por el que dirán.

Volviendo al pueblo más famoso del Oeste, aquí hay muchos personajes que merecen un post para ellos solos. Empezaremos por la hermana del sheriff, Mary Agnes (la actriz Merrit Wever, que ya interpretó a un personaje croqueta en The Walking Dead), que en ausencia de él (no está muerto pero está más ausente que presente en el pueblo) ha cogido su rol, y se pasea por el pueblo vestida como un hombre, haciéndose respetar, ante aquel que venga a intentar aprovecharse de este grupo de desoladas mujeres. Es la protectora de todas y cada una, y se ha ganado el respeto de toda la población.

Otra figura importante en cualquier pueblo alejado de la mano de Dios es la de la maestra, Callie Dune (una desconocida en la pantalla hasta ahora Tess Frazer). La dulce Callie no siempre fue profesora, y es que, antes del accidente era prostituta, pero al quedarse sin clientela cambió de oficio.

Y mención especial a Martha Bischoff (actriz tanto americana como alemana conocida por Boardwalk Empire) que interpreta a una alemana que fue a parar al pueblo y es de espíritu libre, tanto que tiene por costumbre pasearse desnuda por el pueblo sin ninguna vergüenza. Es un personaje de armas tomar que no dejará indiferente a nadie.

Todas las anteriormente mencionadas son grandes ejemplos de mujeres muy bien interpretados y que merecen su propia historia. Me dejo muchos otros personajes de la serie, pero por ello os recomiendo verla.

Y no, no me he olvidado, por supuesto que tenemos croquetas: de la forma más natural y dulce del mundo veremos la estrecha relación que mantienen Mary Agnes y Callie y creedme, os enamoraréis de ellas. Yo ya las he bautizado como la pareja del 2017, rompen con todo tabú y prejuicio, y si no juzgad por vosotras mismas.

Si no sabéis que hacer estas vacaciones, darle una oportunidad a Godless y después mirareis al género western con otros ojos. Eso sí, recomiendo encarecidamente que NO veáis el tráiler, son todo spoilers, le vi después de acabar la serie y di gracias que no lo vi antes, porque estropea todo el final (bajo mi punto de vista).

Y cuando acabéis la serie o si necesitáis un incentivo, os dejo mi último video con SPOILERS de la parejita 😉

‘Supergirl’, Sanvers y la decepción

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Alguna vez ya dije que Supergirl es, si no mi serie favorita de las que están en emisión, sí una de las que entran en mi top 3. No es la mejor, ni de lejos, vamos, pero tiene algo que las demás no y que, además, consigue hacer muy bien: representación femenina. Hay mucha, diversa y es buena.

Pero es no quita que no tenga fallos y que también metan la pata. A veces de manera más estrepitosa que otra. Una de esas veces ha sido hace no mucho, y seguro que sabréis a qué me estoy refiriendo porque apuesto a que más de una está todavía con el paquete de pañuelos al lado. Sí, me refiero a Sanvers y su (churro de) despedida.

No estoy en contra de su ruptura. Oye, cosas que pasa. No todas las parejas están destinadas a durar por siempre jamás. Además, Floriana Lima tenía contrato por los capítulos que tenía contrato y eso hay que respetarlo si no se quiere acabar en los tribunales. Todo correcto hasta aquí. Pero, ¿era necesario darnos cosas bonitas, arcoiris, unicornios y sonrisas tontas para luego quitárnoslos así de golpe y de forma premeditada?¿Había necesidad de terminar la segunda temporada con Alex declarándose si se sabía que Sanvers iba a durar dos telediarios? Es quitarnos el caramelo de la boca, algo a lo que estamos demasiado acostumbradas, por desgracia. Además, ¿de verdad nunca antes habían sacado el tema de los churumbeles? ¿En serio? Que no estamos hablando de, no sé, si una es de tortilla sin cebolla y la otra con.

Sabiendo que Sanvers tenía la fecha de caducidad, que la representación lésbica ha estado la mayoría de las veces escrita con el pie, y que los fans del colectivo estamos bastante maltratados en la ficción, le podían haber puesto un poco más de empeño en el punto y final que le daban a esta relación. Y más viniendo de una serie que siempre se ha enorgullecido, de manera totalmente legítima y justificada, todo hay que decirlo, de la buena representación LGBT que tiene y de lo mucho que significa para el colectivo. No hay más que echar la vista atrás un año (concretamente aquí y aquí) para recordar el impacto tan positivo que tuvo la salida del armario de Alex Danvers en la gente.

Se nota mucho que detrás de Supergirl está la mano de personas que se identifican como LGBT. Nos ha dado una de las mejores salidas del armario de la televisión y una de las parejas lésbicas tratadas con más cuidado de la televisión. Sin embargo, en su despedida no se ha notado ese mimo y cariño con el que trataron a Alex y Maggie hasta el momento, y es una pena, porque han perdido una oportunidad de oro de ponerle el broche final a los personajes de un arco que bien se lo merecían. Es una pena que Alex y Maggie hayan terminado siendo otra más de esas parejas croquetas de las que nos hemos despedido con una decepción. Ojalá saber cuantas van ya, pero he perdido la cuenta.

‘The girlfriend experience’: me desdigo

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No os voy a negar que he titulado esto así solamente para poder poner esta canción de Astrud, que es mi grupo favorito ever.

Pero es que realmente es tal cual: me desdigo de lo que dije hace quince días sobre The girlfriend experience. Si os acordáis (y, si no, lo leéis aquí), la serie me estaba pareciendo un témpano de hielo, pero por cosas de la vida (croquetas), la he seguido viendo. Y, oye, me está gustando mucho cómo se desenvuelven las cosas.

La relación entre Anna y Erica se está desvelando, por parte de Anna sobre todo, como lo más real de un mundo lleno de mentiras y tramas. Anna está con la asesora porque le gusta, porque la quiere, y porque quiere estar con ella. Ni más, ni menos. Es el contrapunto de verdad al resto de su existencia, que consta de manipulaciones, chantajes, y oscuridad. Incluida la relación con su ex, su punto débil, la que le hace perder el control.

Y es precisamente la dinámica que tiene con ella la que parece que va a definir la que tenga con Anna. Tiene un rol muy marcado de sumisa con su ex novia, que no continúa con la escort, a quien le pide que haga ciertas cosas. Ella, por su parte, se está enamorando, y en el último episodio su parte termina de una manera que no deja lugar a dudas: quiere llevar la relación a otro nivel y tener un hijo juntas.

Es ahora cuando me doy cuenta de que, en realidad, The girlfriend experience busca esa atmósfera gélida para hacer un contrapunto a lo intenso de la trama, y a lo que nos queda por venir, donde muy seguramente la ex novia de Erica juegue un papel más importante y cree un lazo ella misma con Anna. Nada nos distrae de lo que hacen las protagonistas: ni un cuadro fuera de sitio, ni un ruido de fondo, ni nada que no sea necesario. Sólo ellas. Incluso el trasfondo político que enreda la trama languidece en comparación a la historia de Anna y Erica. Tengo mucha curiosidad por ver a donde va a llegar todo esto y, una vez que termine la temporada, verla entera de nuevo, algo a lo que se presta por la duración de los episodios. Para mi, la sorpresa del mes.