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Final feliz para el croquetismo en ‘Wentworth’

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Bajo todo pronóstico, casi por primera vez y sin sirva de precedente…¡El croquetismo ha triunfado! Y dicho esto ya nos podemos ir al Orgullo LGBT a celebrarlo. Bueno, realmente al que se celebra este fin de semana en la capital, pero si seguís vivas después del de vuestro pueblo y no muy resacosas, podéis seguir leyendo este cuento de hadas entre rejas 😉

 

franky fuck this place

Hemos tardado tres temporadas en ver a Franky libre y feliz, y doce capítulos en que esta bonita historia de amor folleteo con Bridget, se viese cumplida. Esto en el fondo es triste, ¿qué va a ser la serie sin Nicole da Silva? Lo siento, pero no. Estoy muy depresiva.

 

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Pero si me centro en la relación Fridget, bueno, quizás no nos hayan dado ni sexo, ni morreos a escondidas, ni escena de ducha (y eso que es una cárcel, qué decepción) pero sólo con el beso que se dan al final de los finales finalísimos… (Me voy a limpiar las babas, por que me se esos 33 segundos de memoria) pienso que analizando los pros y contras, la mayoría de las expectativas están cumplidas.

 

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Sé que no tiene sentido empezar por el final y spoileando lo dulce, azucarado y diabético que ha sido el final de Wentworth… pero ¡que leches! se lo merecían, tanto nuestra parejita del momento, como todas las presas ¡por dios! El capítulo se resume en… “Es una cárcel, pero las presas son las tipas buenas y el bien siempre gana” guiño guiño, que ganas de que me detengan y me manden aquí (o con Alex y Piper, lo dejo a su elección).

 

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Pero es que llegar a este final ha sido más difícil que salir a la calle en Madrid a mediodía, ¡puff eso si que es sufrir! Había un rumor oscuro, negro, horrible, y antinatural (producto de las lenguas viperinas y envidiosas) sobre que habría un gran incendio al final de temporada y Franky moriría… ¡A la hoguera todos, por hacernos sufrir! Hasta el último momento uno piensa que de verdad van a dejar morir a Franky en el incendio a modo heroína, después de salvar al bebé de Doreen, pero no, no han sido tan desgraciados de matar a la lesbiana de turno de nuevo, OLE POR ELLOS, cliché Número 1: ¡fuera! Y me trago mis palabras por una vez.

 

franky doyle cute

 

¿Quién dejaría morir a esta cosita? Yo no.

 

Pero aun así me voy a quejar… en el capítulo anterior nada de nada, en el antepenúltimo apenas unas miraditas en la vista sobre la condicional de Franky, y ahora, ¿sólo una escena? De verdad, han sido tan buenos con los fans fridget que se han pasado de darnos las emociones de poco en poco para que no nos diese un infarto… Yo las necesito en la season 4, si o si. Pero lo siento, voy a amargaros el día, se rumorea que Bridget volvería a prisión ahora que han desenmascarado a Ferguson, pero Franky… la actriz parece que quiere irse a América a triunfar, y no quiero ser mala, pero ojalá vuelva a Australia pronto con el rabo entre las piernas, porque sin ella la serie no va a ser igual.

 

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Así que sin nada más que decir… me reitero en que son los 33 segundos mejores de la historia, nadie sale de la cárcel con tanto estilo, y tiene a una rubia en un cochazo esperándola… Si ya lo dijo Franky una vez…

 

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Quiero ser recogida por una tía buenorra en un cochazo y conducir hacia la puesta de sol

 

Pues ahí esta, que suerte tienen algunas, que me de el número de teléfono de su pitonisa, a ver si conmigo funciona también. Y hasta entonces… a llorar, porque no parece que vayamos a tener más Franky en Wentworth, o Fridget… Fue corto, pero intenso, y los feels nos durarán para siempre.

 

bea and franky 3x12

 

Os dejo mi video sobre ellas dos tras el 3×12, ¡disfrutadlo!

‘De chica en chica’ estrena ¡por fin! el trailer

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En Miami la vida le sonríe a Inés: con una novia estupenda, una trabajo que le encanta y una vida perfecta, un error de cálculo hace que todo salte por los aires, y cuando nada más queda, queda el hogar. Diez años después, Inés se ve obligada a volver a España. Pero no todo son penas, ahora tiene su oportunidad de seducir a Lola, de quien estaba enamorada cuando se fue y, quizá, siga estándolo.

De chica en chica es la versión para la gran pantalla de la exitosa webserie lésbica Chica busca chica, que revolucionó las redes en su emisión hace ya un tiempo. Sonia Sebastián, la directora y alma mater del proyecto, lanzó un proyecto de micromecenazgo, ese invento que tantas alegrías no está dando a las croquetas de medio mundo, y le salió estupendamente, recaudando así lo necesario para llevar a cabo la producción de la película. El apoyo desde Estados Unidos fue decisivo para que saliera a flote, gracias al apoyo de grandes portales de información LGBT como Afterellen, y por fin podemos echar el primer vistazo al resultado final de la cinta.

La web de El Mundo estrena hoy en exclusiva el trailer de De chica en chica. Aquí puedes verlo. Tiene una pinta estupenda, y nosotras no podemos esperar a que se estrene el 25 de septiembre, necesitamos verla ya. Cine lésbico de calidad made in Spain, ¡qué maravilla!

¡Gracias Xiani por el tip!

España, medalla de bronce en el Eurobasket

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La selección femenina afrontaba su último encuentro del Eurobasket de Hungría y Rumanía frente a Bielorrusia en el duelo por la medalla de bronce. España tan solo sumaba una derrota, ante Francia en semifinales, en todo el torneo mientras que Bielorrusia llegaba a esta cita por el bronce con 4 partidos perdidos pero habiendo dejando muy buenas sensaciones.

España salía con el quinteto habitual formado por: Laia Palau, Marta Xargay, Alba Torrens, Laura Nicholls y Astou Ndour. El ataque de Bielorrusia comenzaba muy enchufado gracias a la mano de Snytsina y Ziuzkova. Leuchanka, poco a poco, entraba en juego y las bielorrusas se ponían 7 arriba, 16 a 9, cuando habían transcurrido 4 minutos de encuentro. Lucas Mondelo aceleraba las rotaciones y daba entrada a Silvia Domínguez y Anna Cruz sentando a Laia Palau y Marta Xargay (con dos faltas) respectivamente.

(Sigue leyendo el artículo en Basketfem.com)

basketfem

Amazon renueva ‘Transparent’ por una tercera temporada

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Las que alguna vez me hayáis leído alguna vez escribir sobre Transparent sabréis que no es que la serie me guste, es que me entusiasma. Las que no, no sé qué hacéis con vuestra vida que no habéis disfrutado aún de esta maravilla de la televisión. Transparent habla sobre los Pfeffermans, y sobre los cambios que se producen en sus vidas cuando el patriarca les anuncia que toda su vida se ha sentido una mujer, y que va a empezar a vivir su vida como merece ser vivida. Aparte de que la historia sea nueva, fresca, y que haya salido en un tiempo en que la visibilidad transgénero sube como la espuma, la manera en que la narración está hecha es una absoluta maravilla.

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El caso es que Amazon, que se caracteriza por tener muy buen ojo a la hora de tomar decisiones empresariales, ha decidido que Transparent tendrá una tercera temporada, meses antes de que se estrene la segunda, cuya vuelta está prevista para octubre. Está claro que Amazon quiere que su buque insignia se alargue en el tiempo cuanto más, mejor, y confía plenamente en el buen hacer del equipo técnico. jill Solloway, la creadora, ha firmado un acuerdo de exclusividad con la productora, y eso augura cosas muy, peor que muy buenas. Nosotras, encantadas con saber más de los Pfeffermans, que se han convertido en una de nuestras familias disfuncionales favoritas.

Vía: Hollywood Reporter

Airbnb nos cuenta cómo es viajar siendo LGBT

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air bnbQue las empresas de todo el mundo se están subiendo al carro de ser LGBT-friendly es un hecho. ¿Que lo hacen por limpiar su imagen, construir una identidad de marca apetecible para cierto nicho de mercado y tener más beneficios? Obviamente, las empresas no son ONG sin ánimo de lucro. Pero eso no quita que, hasta hace bien poco, las multinacionales huían como de la peste de cualquier relación con colectivos como el LGBT, porque no se ajustaba a la imagen que querían dar. Ahora, afortunadamente, eso ha cambiado,  la sociedad empieza a madurar, y con ella las estrategias de las empresas. Toda esta chapa viene a que Airbnb, un portal de internet de alojamientos alternativos, ha lanzado un video super emotivo con el colectivo LGBT como protagonista.

Dos parejas de chicos, dos parejas de chicas y una con un transgénero, cuentan sus experiencias como turistas, y sus miedos, como por ejemplo ir de viaje a países en los que no puedes decir que tu novia es tu novia, porque te expones a la cárcel. Y no, no me refiero a una experiencia Orange is the new black, me refiero a cárcel de verdad. Según la empresa, el motivo de este corto es desterrar prejuicios sobre nuestra comunidad, de modo que el cambio de mentalidad se acelere. Desde luego, con la ayuda de todos, podemos conseguirlo.

Vía: Afterellen

Andando ‘over the rainbow’

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Entramos en la semana del Orgullo LGBT, y la ciudad canadiense Victoria y la estadounidense Capitol Hill, y Center City, el distrito empresarial de Philadelphia, nos dan una alegría para el inicio de las fiestas: con motivo de las celebraciones del colectivo LGBT han pintado pasos de peatones con los colores del arcoíris. Y la alegría es aún mayor, porque este simbólico acto no se limitará a las fiestas del Orgullo LGBT, sino que las tres ciudades lucirán la bandera multicolor en sus calles de manera permanente. Un pequeño recordatorio de que no hay que estar orgulloso de ser cómo se es un día o una semana al año, o de que la lucha por la igualdad no se limita a tan solo 24 horas.

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Victoria, Capitol Hill y Center City se unen así a otras metrópolis como Vancouver, Key West, West Hollywood, Miami Beach o San Francisco, que lucen, también de manera permanente, los colores del Orgullo en las interacciones de algunas de sus calles o avenidas.

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Pero no hay que cruzar el otro lado del charco para poder andar ‘over the rainbow’. En España, la comunidad extremeña se ha sumado a la reivindicación de la diversidad y la igualdad y ha instalado pasos de peatones multicolores en localidades como Mérida, Plasencia, Villanueva de la Serena, Don Benito o Vivares. Las Palmas de Gran Canaria también se ha unido a la iniciativa, y en la capital se ha reivindicado que el paso que une Gran Vía con Chueca también lleve los colores de la bandera del Orgullo LGBT.

Pasos de cebra en Vancouver, Plasencia, Londres,Vitoria y Mérida. 

¿Seguimos necesitando un día del Orgullo LGBT?

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Revellers take part in the Gay Pride Parade in Madrid on July 5, 2014. Crowds of revellers in elaborate costumes filled the streets of central Madrid today in what organisers billed the biggest gay pride parade in Europe. Organisers expected more than a million people at the evening parade, the main event in five days of festivities by defenders of lesbian, gay, bisexual and transgender (LGBT) rights. AFP PHOTO / PIERRE-PHILIPPE MARCOU

Revellers take part in the Gay Pride Parade in Madrid on July 5, 2014. Crowds of revellers in elaborate costumes filled the streets of central Madrid today in what organisers billed the biggest gay pride parade in Europe. Organisers expected more than a million people at the evening parade, the main event in five days of festivities by defenders of lesbian, gay, bisexual and transgender (LGBT) rights.   AFP PHOTO / PIERRE-PHILIPPE MARCOU

El veintiocho de junio es un día que todos los miembros de la comunidad LGBT tenemos muy, pero que muy presente. Es el día del año, obviando el de la gran manifestación que se realiza en la capital, en que nos hacemos más visibles, más presentes dentro de la sociedad. Los telediarios nos dedican unos minutos entre la noticia de que hace calor y la de que hay un video en YouTube de un perro conduciendo una moto, y parece que nos alegramos porque las redes sociales se llenan de banderas del arcoiris. Este año cobra una doble, o incluso una triple relevancia, porque venimos de celebrar la aprobación del matrimonio igualitario en Estados Unidos, y porque los ayuntamientos de España, tras la victoria de la izquierda en las elecciones municipales, se llenan de color, alegría y celebración. Es un ambiente diferente, más pleno, más alegre. Tenemos que estar contentos, por supuesto que si.

Hemos hecho una serie de logros, entre todos, que nos llevan a estar en una posición que parece a años luz de la de haces unas décadas. En España, somos ciudadanos de pleno derecho desde hace diez años, cuando se aprobó la ley de matrimonios igualitarios, una ley necesaria por lo justa de la misma. Diez años no es tanto, pero nos ha dado tiempo de mucho. Nos hemos metido hasta el fondo en las instituciones públicas, con representantes políticos LGBT visibles en prácticamente todas las esferas. Lo mismo en la empresa privada, donde grandes profesionales no tienen inconveniente en hablar de su orientación sexual, haciendo patente lo que nosotros ya sabíamos, que ser gay, lesbiana, bisexual, transgénero, no significa nada más que lo que significa. Que tiene la importancia en determinados aspectos que queramos darle.

Entonces, allá va mi pregunta. ¿Seguimos necesitando un día del Orgullo LGBT? 

Mi respuesta es el sí más rotundo que puedo dar. Sí, sí, sí. Lo seguimos necesitando por tantos motivos que no sé ni por donde empezar. Podría hablar de que la igualdad ante la ley no es lo mismo de la igualdad social. Podría hablar de la polémica que suscita que un ayuntamiento cuelgue una bandera como la arcoíris, una bandera pro igualdad, y que sin embargo cuando ondea la de un equipo de fútbol nadie se escandalice. Podría hablar de que seguimos necesitando una visibilidad aún mayor de la que tenemos, porque toda es poca y los prejuicios rampan sin pudor. Podría hablar de cómo me preguntaron hace cosa de un mes si ser lesbiana es sentirse hombre, en pleno 2015. O de cómo pica el tema de la pluma. O de los “yo tengo muchos amigos gays”. O de los “a mi me gustan las lesbianas, pero los maricones no”. O de programas de televisión cutres que se marcan un guión a nuestra costa. O de cómo aparecen listas de celebridades LGBT influyentes que incluyen una mayoría aplastante de hombres, olvidando por completo la lucha de las mujeres, tan necesaria y tan importante.

Podría hablar de tantas y tantas razones por las que todavía es necesario salir a la calle, a gritar que estamos aquí, pese a quien pese, que fundiría el ordenador antes de terminar.

Pero creo que la razón más importante por la que debemos seguir celebrando el Orgullo LGBT es, simple y llanamente, porque podemos. Hoy hace 46 años que un grupo de homosexuales plantaron cara al acoso policial en un pequeño bar. Estaban hartos de que no les dejaran vivir. Tenemos una obligación moral con aquellas personas, que han hecho que hoy podamos salir por la calle de la mano con nuestra novia, con nuestra esposa, que podamos trabajar en lo que queramos (o podamos), que ser LGBT no sea nada más que otra capa más de nosotros, que sería una profunda deslealtad para con ellos si no lo hiciéramos. Podemos salir a la calle a celebrar por todo lo alto porque otros vinieron antes a luchar por nosotros. Y eso no podemos olvidarlo.

Por eso, porque podemos, y por los que todavía no pueden: Hazte visible. Disfruta de tu libertad.

La pluma y la espuma: Y encima hay que dar las gracias

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la-pluma-y-la-espumaDe bien nacidxs, dicen, es ser agradecidxs. Así que, vaya por delante mi total y sincero agradecimiento: gracias a todas y todos aquellxs que hicieron posible que hoy disfrute de los mismos derechos (como, exactamente, las mismas obligaciones, por otra parte) que el resto de mis conciudadanxs. Gracias a todxs lxs que lucharon (y luchan) por sacar a España del tercermundismo en cuestión de derechos humanos. Gracias infinitas por dar la cara por todxs nosotrxs. Gracias.

Pero, mirad, estoy cabreada (no con ellxs, por supuesto). Estoy cabreada hoy, ya ciudadana de pleno derecho, y lo estaba antes de alcanzar ese estatus, cuando hasta hace diez años lo era de segunda categoría, en un país teóricamente avanzado. ¿Y por qué sigues cabreada?, preguntaréis. Os lo explico: como bien sabréis ya a estas alturas, se ha aprobado el matrimonio igualitario en EEUU. Y sí, claro, es para alegrarse, cómo no. ¡Fíjate, que en el (supuesto) país de las libertades se haya alcanzado semejante igualdad! ¡Woah!, ¿no? WOAH. Enhorabuena, norteamericanxs, por salir del listado de países señalados por falta de derechos. Desde el país que os lleva una década de ventaja en ello (y que estoy segura de que ni la mitad de la de mitad de vosotrxs sabría localizar en un mapamundi) os felicito. ¡Ya sois todxs iguales ante la ley! Es para celebrarlo, cierto. Y me alegro por vosotrxs, por supuesto. De corazón.

Pero es que, a la vez, no puedo evitar sentir cierto cabreo, el mismo cabreo que todavía hoy, diez años después de conseguir la plena igualdad, no me abandona. El mismo que sentí hace un mes cuando Irlanda aprobó en una consulta popular igual cuestión. Porque, atentxs, resulta que le preguntaron a lxs irlandesxs qué pensaban del hecho de que sus conciudadanxs (esas y esos que son exactamente como ellxs) tuvieran sus mismos derechos. Y comprendo que el referéndum venía por la parte de reforma de la Constitución (¡aleluya, un país que pregunta a su pueblo por el contenido de la Carta Magna que va a regir sus destinos! Esa película, fíjate, no la he visto todavía yo subtitulada en español), pero no, no. Esa no es la cuestión. La cuestión es si se les habría ocurrido preguntar en ese plebiscito, por ejemplo, si les parecía bien que no se les cortara el cuello a los niños por no tomarse la leche del desayuno. Por ejemplo, vamos. De cajón que la reacción sería llevarse las manos a la cabeza. ¡¿Cómo preguntáis eso?! ¡Pues claro que no hay que hacerlo! ¡No hace falta ni que lo preguntéis!

Bien, pues yo pienso que tampoco debería haber hecho falta ese referéndum. Es más, me parece un agravio. Si la pregunta hubiese sido: “¿Está usted de acuerdo en que todxs lxs irlandesxs tengan los mismos derechos?”, ¿qué otra respuesta podría haber a semejante pregunta sino la de “Pues claro que lo estoy, coño”? ¿Por qué tendría que alegrarme por el hecho de que se “pida permiso” para otorgar derechos igualitarios a esa parte de la población que debería tenerlos por el simple hecho de pertenecer, precisamente, a esa población? Eso no se pregunta, señorxs, se hace.

Y sí, que sí, que ole por cada pulgada de camino que se avanza, sea como sea. Pero a eso voy, esta es la explicación a mi cabreo: ¿qué es eso de que tenga que estar dando las gracias porque se me “concedan” los mismos derechos de los que disfruta el resto de la ciudadanía de mi país, y que lo hace por el simple hecho de haber nacido en él, un país (supuestamente) democrático? ¿Por qué debería dar las gracias por reparar una sangrante injusticia? ¿Agradecer que hagan lo que tienen que hacer, lo que es justo, racional y lógico? ¿Dónde se ha visto eso? Es lo que tienen que hacer, y punto.

Gracias, sí, infinitas, ya lo he dicho, y nunca dejaré de darlas, a quienes se partieron el pecho para conseguirlo, a quienes en ocasiones se expusieron al escarnio público mientras lxs demás estábamos sentadxs en el salón de nuestras casas. Y, sí, pienso en Pedro Zerolo, su máximo exponente, a quien siempre le agradeceré que luchara por mí, por mi mujer, por todxs mis amigxs gays, y lesbianas, y trans, y cuya pérdida jamás seremos capaces de calibrar en toda su magnitud, porque estoy segura de que, de seguir entre nosotrxs, habría hecho mucho más, y más lejos, y mejor. Gracias, Pedro, y gracias a todxs lxs que estuvisteis, estáis y estaréis al frente de la lucha igualitaria.

Mi cabreo no va por nuestrxs luchadorxs, sino por el hecho de que lxs necesitemos. No va por quienes luchan, sino por quienes se oponen, por quienes miran hacia otro lado, por quienes no hacen, ni dicen, o impiden por acción u omisión. Va porque haya que luchar por conseguir unos derechos que nadie tendría que “otorgarnos”, por la sencilla cuestión de que tendrían que ser nuestros porque sí, porque de ese modo es como los han obtenido el resto de nuestrxs conciudadanxs, simplemente por nacer y vivir en el mismo país. Y me remonto a ese momento, hace diez años, cuando en España se consiguió la extensión de plenos derechos a toda la ciudadanía, y vuelven a mi cabeza los mismos pensamientos de entonces: Ah, pues vaya. Gracias, majos, qué detalle por vuestra parte, sacarme de la lista de ciudadanxs de segunda categoría. ¡Claro, mujer!, me dije, dándome una palmada en la frente. Te han concedido ese derecho porque por fin has demostrado que te lo merecías. A ver, hagamos recuento: dejaste de asesinar niñxs, de maltratar y violar a mujeres, de apropiarte del erario público, de detonar bombas biológicas en centros comerciales (qué feo estuvo eso, oye) y, en definitiva, demostraste al resto de tus conciudadanxs que (oye, qué maja tú) no ibas a usar el derecho a casarte para dinamitar los fundamentos de la sacrosanta civilización.

¡Por favor, que hasta el más sinvergüenza de lxs heterosexualxs, hasta hace una década, tenía más derechos que yo, que ni he robado, ni malversado, traficado, violado o asesinado!

Y, sí, estoy feliz cuando surgen noticias como la de EEUU, como la de Irlanda. Y lo estaré con todas y cada una de aquellas que impliquen la reparación de una injusticia. Pero también estoy cabreada. Porque me he tenido que tragar la indignación durante años, he tenido que soportar inmoralidades como cumplir con las mismas obligaciones que el resto de españolitos y españolitas, pagar los mismos impuestos que ellxs, pasar por los mismos aros en cualquier otra materia legal impositiva de mi país y, sin embargo, ver que no se me permitían tener los mismos derechos.

A principios de este año hice uso al fin de ese derecho. Me casé, tras dieciséis años de relación con la que desde hace ya mucho tiempo llamo mi mujer (posesivo que me encanta usar para ir acostumbrando a oídos ajenos -y duros de ídem- que somos mujeres de otras mujeres). Y lo hice cuando quise. Me casé porque así lo decidimos, porque mi mujer y yo ya éramos soberanas en nuestra elección, porque podíamos disponer libremente si nos casábamos o si no lo hacíamos, y lo decidíamos nosotras, nadie iba a tomar esa decisión en nuestro lugar. Y no lo hice cuando se aprobó, ni lo he hecho en algún día de estos diez últimos años desde que tengo ese derecho, no porque alguien me lo prohibiera, ni porque me señalara con el dedo para colocarme a la cola del resto de mis conciudadanxs, ni porque creyera que yo no me merecía ese derecho. No. No lo hice porque, sencillamente, tenía el derecho a decidir hacerlo o no, y cuándo, y cómo, y por qué.

Y, sí, me alegro, claro que me alegro. Me alegro por lxs estadounidensxs, me alegro por lxs irlandesxs, me alegré por nosotrxs en su momento y me alegraré por todxs aquellxs que aún no disfrutan de plenos derechos cuando al fin los consigan.

Pero que se vayan enterando de que no tengo por qué ir dando las gracias por migajas que deberían ser pan. Un pan redondo, en barra o bocadillo, pero completo, entero. Ni mayor ni mejor que el que se le dé al resto de mis paisanxs, pero, por supuestísimo, nunca menor.

Y que soy, y siempre fui, tan legítima y digna ciudadana de este país, tanto antes como después de que fuese reparada tan vergonzante injusticia.

Cromosoma Ilegal: La bandera de la diversidad

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Eley-Grey-cromosomaEste fin de semana se ha celebrado la manifestación del Orgullo en muchas ciudades españolas. Muchas calles se han vestido de diversidad y color. Como cada año, cientos de personas han desfilado por muchas ciudades de nuestro territorio, se han manifestado por la libertad en el amor. Podría decir que ayer fue un día de visibilidad, de orgullo, de libertad. Pero para mí fue más que eso.

 

Ayer se hizo historia en un pequeño pueblo de Valencia, en mi pueblo. Por primera vez la bandera del arco iris se izó en el ayuntamiento de la localidad. Me consta que en muchos otros lugares lleva años haciéndose y no es ninguna novedad, pero yo vivo en un sitio donde todavía se siguen celebrando muchas fiestas exclusivamente en honor a santos, vírgenes y apóstoles.

 

Hace casi treinta años la gente de mi pueblo miraba como a un bicho raro a la primera niña que, por decisión familiar, no cursaba la asignatura de religión en la escuela. Esa niña tenía que salirse del aula cada vez que el profesor de la doctrina llegaba. La pequeña se quedaba sola en un rincón del viejo edificio porque no había profesor, ni recursos, ni herramientas para trabajar con ella algo que, por aquel entonces, se llamaba Ética.

En el pueblo donde he crecido, esa niña estudiaba durante un par de horas a la semana una especie de cuaderno que alguna buena maestra había confeccionado exclusivamente para ella. En aquellas fotocopias la niña leía historias sobre diversidad, respeto y tolerancia, sin embargo, no comprendía por qué el resto de sus compañerXs tenía que perderse todos esos cuentos y aquellas actividades que le hacían pensar y aprender cosas que ningún maestro enseñaba.

En el pueblo donde he crecido, como habréis podido imaginar, aquella primera niña era yo.

 

A pesar de todo, ayer sentí que hay esperanza para mi pueblo, porque algunas personas han decidido que ya está bien, que durante demasiados años se ha ocultado una realidad latente no sólo en mi pueblo, sino en el presente de miles de personas. Ayer sentí que, por primera vez en la historia, mi pueblo ha marchado acorde al resto de la sociedad, a la realidad que hay fuera.

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Habrá quien diga que no es para tanto, que es un simple gesto, un trozo de tela. Para mí, desde luego, es mucho más, porque izar la bandera del arco iris es mostrar a todo el mundo que la diversidad es positiva, que bajo esos colores cabemos todXs, amamos todXs, sentimos todXs, sin discriminación, sin exclusión, sin excepción. Es la bandera de todo el mundo que ama, sin condiciones.

 

Ayer a medio día, esa primera niña que ya es mujer dejó volar sus recuerdos hacia su propio pasado al tiempo que se colgaba la bandera en el ayuntamiento y leía el manifiesto por la diversidad y el orgullo del amor. Cada color de la gran tela arrancó un escalofrío en su espalda, en sus brazos, y provocó una ola en su pecho, obligándola a coger aire profundamente para llenar todo el espacio libre entre las costillas y el corazón. Sintió la alegría brotar a través de sus ojos en forma de agua y se sorprendió porque el sabor de sus lágrimas, pese a lo que hubiera podido esperar, nunca había sido tan dulce.

Estados Unidos aprueba el matrimonio igualitario (y las celebrities se alegran tanto como nosotras)

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Ayer fue un día histórico, un día de esos que los niños estudiarán muy probablemente en las escuelas a partir de ahora. El Tribunal Supremo de los Estados Unidos declaró que el matrimonio igualitario es constitucional en los 50 estados que conforman Estados Unidos. Cualquier ciudadano del país es libre de casarse con su pareja, sea esta hombre o mujer, en cualquier punto del país. No ha sido un camino fácil, no ha sido miel sobre hojuelas. En realidad, lo que ha hecho el Tribunal Supremo ha sido algo más que aprobar una ley, ha sido derogar las prohibiciones que existían todavía en catorce Estados, leyes hechas expresamente para impedir que dos personas del mismo sexo se casaran en esos territorios. Alucinante, lo sé, legislar para recortar derechos a los demás es un hecho que no me cabe en la cabeza por lo profundamente injusto que es.

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Afortunadamente todo esto queda atrás, y Estados Unidos, diez años después de España y quince después de Holanda, primer país que legisló en este aspecto, por fin considera a todos sus ciudadanos iguales, sin que haya privilegios porque tu pareja es del sexo opuesto. El mismo presidente Obama lo anunció en su cuenta de Twitter.

Es un día verdaderamente emocionante. La primera democracia del mundo, que se jacta de ser primera potencia mundial, el espejo en quienes muchos se miran, y que exporta su cultura a través de libros, películas y series por todos los rincones del planeta, no ha cedido al odio, y ha dejado que el amor y el sentido común sean ley. Es maravilloso. Las primeras bodas ya se han celebrado en estos catorce Estados, la mayoría de corte conservador como Louisiana, Texas, Michigan o Tennessee.

Y, por supuesto, las reacciones de los famosos no se han hecho esperar.

Let's get married!!!

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This is the result we wanted last night!!! Love above everything.

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Es un gran momento para vivir.