Me siento en la obligación, antes de empezar este artículo sobre Buscando el norte, de hacer una aclaración sobre cómo vi la serie ayer noche. Veréis, cada vez que comienzo una serie nueva, lo hago con ganas, porque me apetece, y con el ánimo exclusivo de pasármelo bien viendo cosas nuevas. Que no soy una hater, vaya. Ayer vi un tweet que decía algo así como que “la tónica general para ver una serie española es odiar todos sus aspectos”. Eso no va conmigo, en absoluto. Pero, eso sí, no por ser española voy a dejar de pedirle las mismas cosas que le pediría a cualquier otra serie, sea de donde fuere.
Antena 3 ha demostrado durante este último tiempo que, si quiere, puede hacer muy bien las cosas. Las audiencias le funcionan, con formatos tan poco familiares como Vis a vis o Bajo sospecha. Atrás quedaron los tiempos de esas comedias de 120 minutos en el que todos los miembros de la familia podían disfrutar juntos de una serie blanca y neutra. Si alguien quiere disfrutar de los vestigios de los noventa, tiene Cuéntame los jueves en La Uno.
Buscando el norte es la historia de muchos jóvenes, la historia de la frustración y la esperanza en otro país, y aunque sólo fuera por empatía y actualidad, la serie prometía. Además, habíamos visto en los avances que Belén Cuesta repetía (tripitía) papel croqueta, y como nos gusta más una lesbiana en una serie que cualquier otra cosa en el mundo, nos lanzamos a verla, confiadas en que nos iba a encantar. Nada parecía indicar lo contrario.
En los noventa, esos noventa de Más que amigos y Al salir de clase, si veiamos un personaje lésbico era, literalmente, porque iba a hacer de la lesbiana de la serie. No tenía más profundidad, simplemente la introducían con calzador para que se besara sutilmente con alguna otra chica y desaparecer a los pocos episodios. Afortunadamente la televisión ha crecido, y nosotras con ella (o al revés), y ahora disfrutamos de unos personajes alucinantes en muchísimas series. Y sí, también en las españolas. El ministerio del tiempo y Vis a vis son dos buenos ejemplos de ello, dos series con protagonistas lesbianas, algo impensable hace más bien poco.
Por eso, cuando vimos el nulo desarrollo del personaje de Carol en este primer episodio de Buscando el norte, nos llevamos una pequeña decepción. Todo lo que hemos visto de ella ha sido referente a su orientación sexual, que parece ser lo único que tiene el personaje para enseñarnos, para presentarse, desaprovechando el potencial de Belén Cuesta. Carol es lesbiana, y lo repite en cada escena, unas veces con más acierto que otras. Porque el problema no son los chistes por separado, el problema es que todos estén relacionados con lo mismo.
Carol duerme con Adela a las pocas horas de haber llegado a un Berlín inhóspito y poco acogedor. Bajo mi punto de vista, esa trama estuvo muy, muy acertada, porque estuvo graciosa, y eso sí es un punto de inicio para contar algo, la posible o no posible relación entre las dos. El resto es demasiado. De todos modos, como sabemos que la cadena lo sabe hacer bien, seguiremos el desarrollo de la serie con atención. Ojalá al final de la temporada la podamos poner como una de nuestras favoritas.