Claudia y Olivia se conoce casi desde que nacieron, no en vano sus madres dieron a luz casi a la vez. Pero lo que debería haber sido un nexo de unión, la edad, se fue al traste el día que una le robó el lazo a la otra. Desde entonces, han sido enemigas declaradas. Pero, cosas del destino, las dos terminaron compartiendo despacho en García & Morán, una editorial que necesita urgentemente un best- seller que la devuelva al podio de las más importantes. Y las dos elegidas para esa tarea van a ser Olivia y Claudia, quienes van a descubrir en ese viaje lo que sus madres ya sabían hace mucho, muchísimo tiempo: que del amor al odio hay un paso, pero a la inversa, también.

101 razones para odiarla es la primera novela publicada de Emma Mars, la directora de contenidos de esta web que estáis leyendo. Entretenido, fresco, narrado con soltura, empezarlo es saber que no lo vas a dejar hasta la última de las páginas. La clave de esta novela ya no es la historia principal, que está tremendamente bien hilada, sin fisuras y con momentos familiares y reconocibles por la lectora, sino el cómo está contada.

La narración está hecha de manera informal, sin florituras innecesarias y sin caer en los estereotipos a los que estamos acostumbradas las lectoras de novela lésbica, e impregnada por un sentido del humor que hace que sea divertidísimo seguir las andanzas de Claudia y Olivia. Estos dos personajes están muy bien definidos, y seguramente la lectora tenga problemas a la hora de elegir una favorita entre las dos. Las protagonistas están arropadas por un elenco de secundarios que dotan a la historia de un sostén necesario a la hora de que la acción continúe, pero en ningún momento te hace perder la vista de lo realmente importante.

Mars ha hecho un trabajo más que sobresaliente con su primera novela. No tengo ningún reparo en reconocer que creo firmemente que está a la altura de las mejores autoras de novela romántica, incluidas algunas de las que han pasado por esta web como Gerri Hill o Georgia Beers. De hecho, comparte con estas escritoras la facultad de contar cosas sencillas dotándolas de un interés para la lectora que, de otra manera, sería menos. Como cuando en un café entre amigas dices “no, no, cuéntalo tú”. Emma, yo quiero que me cuentes más historias.

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