Antes de comenzar este articulito sobre Llama a la comadrona, esa deliciosa serie, os hago un aviso: Por favor, si tenéis amigas croquetas que vivan en Reino Unido, avisadles de que es mejor que no salgan de casa. Nunca. En ningún tipo de medio de transporte. Las lesbianas son el grupo con más riesgo de morir atropelladas, o en accidente de tráfico. Al menos, eso nos enseñan las series. Tuvimos que vestirnos de negro con Kate, de Last tango in Halifax, y ahora, con Llama a la comadrona, nos han dado otro golpe en el corazón.
Patsy y Delia, esta adorable pareja, decidieron en el último episodio de la serie que quizá sería buena idea mudarse juntas. No levantarían muchas sospechas, porque hay muchas parejas de chicas que viven juntas hasta que se casan, y así podrían compartir más cosas que viviendo con mil enfermeras más. Dicho y hecho: en menos que canta un gallo encontraron un nidito de amor para compartir arrumacos (que no vemos) y mimos (que tampoco vemos). Bien por ellas.
Pero… Otra vez, otra santa vez, los guionistas han decidido que para qué van a darnos una alegría duradera, si pueden jugar con nuestros sentimientos como si fuésemos vete a saber qué. Después de que las pobres, que tanta ilusión habían puesto en su nueva casa, compartieran un par de días juntas, un coche atropella a Delia. Contra todo pronóstico, no la mata. Pero la deja sin memoria: no reconoce a Patsy, ni siquiera a su madre. Y ésta decide que lo mejor va a ser que su hija se recupere en Gales, en el hogar familiar. Lejos de Patsy, que no puede soportar el dolor de verla así, agravado porque tiene que mentir, diciendo que es una amiga como cualquier otra.
La temporada acaba aquí, con Patsy dejando el apartamento y volviendo con las chicas. La serie ha renovado por una quinta temporada, así que, si los guionistas tienen a bien, quizá podamos ver a una Delia recuperada y de vuelta con Patsy. O a lo mejor no, según como se levanten ese día.