Sacar a alguien del armario está mal. Las razones por las que uno decide estar dentro pueden ser muchas, bien porque vives en un ambiente homófobo, bien porque no estás preparado para gritarle al mundo cual es tu orientación sexual, o por lo que sea. Da igual, todas las razones son perfectamente válidas y todo el mundo tiene derecho a que su decisión sea respetada. Esto es algo que a los heterosexuales, a veces, les cuesta entender. Uno de ellos ha sido Nice Hines, periodista de The Daily Beast, a quien le ha parecido una buenísima idea escribir un artículo sobre cómo los deportistas olímpicos usan Grindr, Tinder y demás apps de ligue semejantes. ¿Pero cómo van a usarlas, hombre? Como el resto de los mortales, digo yo.
Nico Hines se creó un perfil en cada una de estas apps, entre ellas Grindr, donde se hizo pasar por gay y fingió que quería tema con los deportistas con los que entraba en contacto. El artículo, que ha sido calificado por el COI como “simplemente inaceptable”, fue titulado en un principio “En una hora conseguí tres citas en Grindr en la villa Olímpica”, cayendo ya, en sólo 12 palabras, en estereotipos gays sobre promiscuidad. Aunque no daba nombres, permitía claramente identificar a los susodichos al mencionar altura, peso y otras características físicas, empujando así fuera del armario a atletas que no se encontraban dentro del listado de deportistas abiertamente LGTB que participan en estos Juegos de Rio. A Nico Hines le debió de parecer esto algo sin ningún tipo de importancia, meramente anecdótico, cuando no lo es. Porque a pesar de que este sea el año en el que hay mayor número de deportistas abiertamente gays en unos Juegos Olímpicos, todavía se siguen escuchando cantos homófobos en los estadios, los deportistas tienen miedo de declarar públicamente su homosexualidad porque no saben cómo puede afectar a sus carreras, y muchos de ellos son nacionales de países particularmente homófobos donde declararse homosexual no es que no esté aceptado, es que resulta peligroso para la vida de una persona.
Tras haber hecho modificaciones en el artículo una vez publicado, las numerosas críticas recibidas, obligaron a The daily beast a retirarlo y, en su lugar, publicar una disculpa. Aún así, ya sabemos que el olvido no es precisamente uno de los defectos de internet y lo hecho, hecho está.