En 2005, mientras España estaba sumergida en el debate social sobre si todo el mundo podía acceder al derecho del matrimonio, o solamente se reservaba a unos cuantos, un partido que formaba, y forma, parte del Congreso, citó como experto en la materia a Aquilino Polaino. Este erudito (sic) en la investigación sobre personas LGBT, director del departamento de Psicología en la universidad San Pablo-CEU, y que formaba parte de la Asociación Católica de Propagandistas, realizó un discurso que en el momento ya despertó la indignación de buena parte del hemiciclo, y de quienes estábamos viendo semejante desfachatez. Polaino defendía que las personas LGBT lo éramos por, básicamente, una mala infancia, y que ser homosexual era una enfermedad. Por si fuera poco, Patricia Martínez Peroni, de la misma Universidad y que realizó un estudio pagado por Hazte Oír, afirmó que al ser la homosexualidad “marginal” no se debería “aventurar al niño en la convivencia con personas homosexuales”.
Cuando en asuntos tan obvios uno se encuentra de frente con un muro, tiene que remitirse invariablemente a la ciencia, a los estudios, a la información contrastada e irrefutable.
La National Longitudinal Lesbian Family Study (NLLFS), una organización estadounidense, ha venido realizando desde 1986 un estudio sobre 84 hijos criados por dos madres. Este estudio ha concluido que estos experimentaron “diferencias no significativas en las medidas de salud mental” en comparación con sus pares que fueron criados por padres de diferentes sexos.
La doctora Nannette Gartrell, que ha dirigido el estudio, afirma que estos niños y niñas, que ahora son adultos, “son psicologicamente sanos”.
Cuando comencé este estudio en 1986, había mucha especulación sobre la salud mental futura de los niños concebidos mediante donación e inseminación, y criados por padres de minorías sexuales. Hemos seguido a estas familias desde que las madres estaban inseminadas o embarazadas y ahora sabenn que sus hijas e hijos de 25 años obtienen tan buenos resultados en salud mental como otros adultos de la misma edad
Los expertos han llegado a la conclusión de que el desarrollo de un niño se ve poco afectado por la orientación sexual de sus padres y más por factores como la confianza de los padres en sus habilidades para criar hijos y la cantidad de amor y la nutrición que reciben. Surprise, surprise, el estudio arroja que “lo que es importante para los niños es que tengan padres o madres que los quieran, y no que estos sean heterosexuales o LGBT”
Vía: Mother.ly