Historias de salida de armario hay miles, surrealistas, divertidas, duras, traumáticas, tempranas, tardías. Pero hay un sentimiento común que se refleja en las conversaciones que he tenido con muchas de las mujeres con las que he hablado. Un total desconocimiento acerca de la sexualidad lésbica, pocos referentes reales y una visión más oscura que clara de algunos aspectos que, aunque puedan parecer tontos, ni nosotras mismas acabamos de tener claros. A la cabeza me viene ahora ese tira y afloja constante que se trae la comunidad lésbica con el “yo no tengo que decir que soy lesbiana si no me da la gana, porque es mi vida”. Y el “hablar y contar, es visibilizar”. Este post es de principio a fin mi opinión, mi visión, con años de perspectiva, de cómo estaba de liada mi cabeza por aquel entonces. Y de cómo creo que aún lo está para muchas mujeres todavía. Más de lo que nos atrevemos a decir en voz alta. Aunque, al fin y al cabo, no es culpa nuestra, porque cómo vamos a hablar de un problema que ni sabemos que tenemos. O que intuimos que está pero no acabamos de tener claro qué es.
¿Doctora, cuándo puedo considerar que de verdad me he acostado con mi novia?
Esta frase podría pertenecer perfectamente a una tira cómica. Y tendría mucha gracia, si no fuera una pregunta que aún hoy en día no tiene una respuesta clara ni dentro de la comunidad. ¿Tras practicar sexo oral? ¿Es necesario utilizar un dildo para ello? ¿Entonces si masturbo a mi novia pero con la ropa puesta es sólo masturbarla o se puede considerar como que nos hemos acostado? Vaya chorrada, pensarán muchas. Otras dirán que qué sentido tiene hacer estas preguntas y que ellas tienen muy claro en qué momento se acostaron con su novia. A estas últimas mujeres les daré mi enhorabuena por haber conseguido la confianza suficiente en sí mismas como para considerar real lo que hacen en la cama, sin que nadie les diga que lo es. Pero la realidad es que la respuesta a la pregunta es que no hay respuesta. En lo que se refiere a “la versión oficial” ninguna nos hemos molestado en estipular, lejos de las opiniones ajenas, lo que nosotras consideramos que es tener sexo con una mujer. Se sabe y punto. ¿O no? Pues lo cierto es que no, no se sabe. Y por supuesto no tengo estadísticas para demostrarlo (aunque sería muy interesante que alguien se molestase en hacerlas). Lo que tengo son años de experiencia en debatir este tema hasta la saciedad con decenas de mujeres sin llegar a ponernos de acuerdo.
Pero ¿por qué no está claro? Todas, con los años, somos muy conscientes de que cuando nos hemos acostado con una mujer, lo hemos hecho de verdad ¿no? Pues de nuevo no, no todas lo tenemos tan claro. Aún hoy en día me sigo encontrando con historias que aunque parezca increíble siguen pasando. Me sigo encontrando mujeres que me relatan con tristeza, que después de llevar un año y medio con una mujer bisexual, esta considera que en realidad no han tenido una relación. O con hombres que no consideran que su novia les engañe si se acuestan con una mujer. O con mujeres heterosexuales o bisexuales que tampoco consideran una infidelidad hacerlo. Y en este punto he de decir que no, no todas las mujeres bisexuales piensan así, ni todos los y las heterosexuales piensan de esa manera. Pero lo que sí es cierto, es que es un pensamiento que está más extendido de lo que nos gusta reconocer y que el sexo lésbico se sigue viendo socialmente como algo que quiere y no puede. Como algo en lo que uno se queda a medias y es imposible que se alcance una satisfacción plena con él. Y todavía hoy tenemos que seguir contestando a esa incesante pregunta: y las lesbianas ¿cómo lo hacéis? Pregunta que encierra un buen montón de connotaciones, la mayoría bastante negativas.
Pero por qué tantas dudas y tan pocas respuestas. Por qué tanta inseguridad a la hora de establecer claramente qué es el sexo para nosotras. Por qué esa devaluación del sexo lésbico como algo que no es real del todo. Al menos no tan real como el sexo gay o el heterosexual. Y es aquí donde por fin llegamos al quid de la cuestión. Y al que en mi caso puso nombre Nuria Varela en su Feminismo para principiantes: el androcentrismo. El hombre como medida de todo, como referencia para definir el mundo que nos rodea. Por eso el sexo lésbico no se considera tan real como el sexo gay o heterosexual, porque si no hay un pene/dildo de por medio, eso no es sexo. Pero si en una relación de dos mujeres, obviamente, no hay un hombre de por medio, por qué tomamos como referencia el concepto androcentrista de las relaciones sexuales para definir la relación entre dos mujeres. Porque básicamente, no conocemos otra cosa. El sexo lésbico es el gran desconocido, el gran desplazado. Pero eso no lo hace menos real, completo y satisfactorio. Sólo lo invisibiliza y por desgracia, nosotras mismas, no hablando claramente de ello, ni estableciendo claramente lo que para nosotras es sexo, contribuimos a esta sensación de irrealidad acerca del sexo lésbico. Ya no sólo en la sociedad, si no dentro de la propia comunidad.
Porque la realidad es que el concepto de sexo y de preliminares cambia radicalmente para nosotras. La masturbación y el sexo oral es nuestra forma de practicar sexo. Porque nosotras no tenemos preliminares, si no que vamos directas al grano.