Tengo una deuda pendiente con Gloria Fuertes: crecí en el desconocimiento de su obra. Para mí, ella siempre había sido la poeta infantil, de palabras repetidas y recitadas con voz monótona: “Doña Pito Piturra tiene un sombrero, doña Pito Piturra con un plumero”. No fue hasta el año pasado, en la presentación del libro Ábreme con cuidado que tuvo lugar en la librería Antinous de Barcelona, cuando empecé a conocer más su obra. En este libro colectivo, cada una de sus autoras (Isabel Franc, Clara Asunción García, Pilar Bellver…) convierte a una gran escritora “clásica” en protagonista de un relato de ficción. Y entre estas escritoras clásicas está Gloria Fuertes como protagonista del relato de Gloria Bosch Maza, quien tuvo a bien recitar para el público asistente algunos poemas de su homónima. Y qué poemas…
Solo al final de su vida Gloria Fuertes se entregó —con maestría— a la literatura infantil, en la que quedó encasillada como se encasilla a las actrices de comedia, pero también había escrito “poesía adulta”. De esta destaca su poesía amorosa, de reflexión sobre lo que es el amor, de enunciación del enamoramiento, de desamor también. Y la escribe con un lenguaje directo y llano, en verso libre, tan del gusto de los poetas del siglo XXI.
Este 2017 es el centenario del nacimiento de Gloria Fuertes: he aquí por qué hoy me he lanzado a resarcir mi deuda con esta escritora. También ha decidido resarcirla la ciudad de Madrid (en la que nació) poniendo su nombre a una pequeña plaza de Lavapiés. Y son muchas las deudas que la Madrid de hoy tiene con ella… Porque antes que Manuela Carmena cometiera la heroicidad, el ¿despropósito?, de hacer circular a tres Reinas Magas por la capital, Gloria Fuertes ya había escrito una comedia infantil en la que Gaspara, Baltasara y Melchora sustituyen a sus maridos en el reparto de regalos porque ellos están en la guerra y ellas solo desean la paz.
Creo que es importante que una ciudad como Madrid, que tiene incluso una calle con palabras de escritores grabadas en el pavimento, albergue en su seno un pequeño rincón con nombre de mujer. Porque no debemos caer en el error de pensar que, si encontramos pocas autoras en los rótulos de nuestras calles o en los manuales de historia de la literatura, esto sea porque ellas no hayan existido o hayan tenido menor relevancia. La relevancia es algo que otorga el otro, los otros, así que depende necesariamente del criterio subjetivo de esa alteridad. Así, los críticos literarios (ese ente abstracto, pero masculino) eligen qué autores o no encumbrar; igual que los gobiernos (masculinos también) eligen qué problemas sociales son o no cuestión de estado.
El 8 de febrero ocho mujeres iniciaron una huelga de hambre, en la plaza del Sol de Madrid, para pedir que sea declarada cuestión de estado la violencia machista, que se cobra en España un número de víctimas brutalmente indecente: del 1 de enero al 22 de febrero de 2017 ya eran 14 las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas. Que se cree un gabinete de crisis, que el gobierno busque una solución global a esta lacra que no es un conjunto de acciones aisladas, sino un bloque homogéneo enraizado en nuestra cultura: eso es lo que pide Gloria Vázquez, la presidenta de la asociación “Ve la luz” que ha promovido esta protesta, y eso es lo que pediría también Gloria Fuertes si aún viviera: que seamos fuertes, como su apellido, como las huelguistas; que busquemos la paz, como sus Reinas Magas; y que permanezcamos unidas y hablemos en voz alta (contando nuestras experiencias de violencia machista, como Paula, una de las huelguistas), ya que, tal como afirma Gloria Fuertes en uno de sus poemas, “con tus palabras has desterrado provisionalmente mi fanática soledad”.