Hoy me estaba acordando de uno de los últimos conciertos a los que he ido: Era un concierto de Iván Ferreiro, así que os podéis imaginar que estaba lleno de hipsters.
Evidentemente, en un concierto de Iván Ferreiro pues no sé yo qué esperaba, pero vamos, que estaba lleno de gafas de pasta, camisas de cuadros, iPhones, vans, medias cabezas rapadas, cascos de colores brillantes y más grandes que sus propias cabezas. Hipsters. Hipsters everywhere. (Y antes de que me lo diga alguien ya digo yo que un poco hipster debo de ser yo también si fui a ese concierto). El caso es que ahí estaba yo, rodeada de gente hostil.
Evidentemente el concierto empezaba tarde, porque aparentemente si empiezas un concierto puntual vas al infierno de los músicos y te ponen canciones de Pitingo hasta que te sangran los oídos y luego viene la SGAE y te cobra por estar escuchando música allí (esto es una cosa que también odio, por si no os habéis percatado).
En el rato de espera (que fue bastante) me dio tiempo a observar la sala.
Y obviamente a fichar.
Yo estaba transportada al paraíso. En éxtasis. En un estado de felicidad absoluta. En el puto nirvana. HABÍA UN MOGOLLÓN DE BOLLERAS.
Os lo juro. Mi gaydar estaba pitando como un loco, mandándome señales, haciéndome luces. Iba a explotar. Pero entonces me surgió la duda: estadísticamente era imposible que todas fueran lesbianas. Yo soy una mujer ante todo realista, y me daba cuenta de que, por muy feliz que me hiciera, había algo que no cuadraba… Y entonces caí: LA PUTA MODA HIPSTER. EL LESBIAN CHIC DE LOS HUEVOS.
No había manera de diferenciarlas. ¿Quién es quién?
Tenía una chica delante. Monísima. Un poco alta para mí, pero preciosa: pelito corto y revuelto, dilataciones en las orejas, gafas de pasta, camisa de cuadros de lesbiana y debajo una camiseta negra de tirantes, vaqueros y botas militares. “Tiene que ser lesbiana”, me dije. (No sé si os percatáis de que esto era más un deseo que una probabilidad, pero además de práctica soy una tía optimista). Me pasé todo el concierto mirándola. Quedaba en mi línea de visión, así que quedaba disimulado y podía observarla con tranquilidad, como la buena acosadora que internet me ha enseñado a ser. Y, cuando después de una hora de concierto ya estaba convencida que quizás podía entablar conversación con ella, aparece un tío de la nada y le da un morreo de aquí te espero ante mi cara de pasmo.
Que no era bollera, vamos. Que resulta que la tía tenía novio. Que no bateaba para nuestro equipo. QUE ERA TODO UNA MENTIRA.
Vamos a ver, voy a decir una cosa: LAS CAMISAS DE CUADROS SON NUESTRAS.
En serio. Estoy dispuesta a ceder el pelo corto (al fin y al cabo en verano hace mucho calor y es muy cómodo) y las botas militares (el rollito punk me mola, así que es por nuestro propio bien). Pero las camisas de cuadros no. Repito: LAS CAMISAS DE CUADROS NO.
Vamos, hombre, es que hasta dónde vamos a llegar. Lo siguiente es que ahora las heteros se pongan a escuchar a Tegan and Sara y a ver The L Word.
Lo que me faltaba por oír.
Así que desde aquí lanzo una súplica a quien quiera escucharla: BASTA YA DE MODA HIPSTER. BASTA. Enough is enough. Ha estado bien, nos hemos divertido. Pero ya pasó.
Devolvednos nuestra moda para que podamos reconocernos. (Esto lo pido sobre todo a nivel personal, que mi gaydar ya falla bastante sin hacerle trampas). DEVOLVEDNOS NUESTRAS CAMISAS DE CUADROS.