Quien más y quien menos, en alguna ocasión ha oído hablar de la leyenda de Drácula. Ya sabéis, esa sobre que era el Conde Vlad Drăculea, famoso por desollar a sus enemigos, beber su sangre y empalarlos, práctica que le logró el sobrenombre de Vlad El Empalador. Y de allí, gracias a Bram Stoker, nació la leyenda del vampiro más romántico de todos los tiempos, aquel que le dijo a Mina Murray una vez “He cruzado océanos de tiempo para encontrarte” e hizo quedar a Edward Cullen como un pusilánime cuando éste quiso ser el vampiro más romántico ever (que tampoco era muy difícil, lo sé) ante los ojos del mundo. La historia nos la han contado mil veces, con mejores y peores resultados, y ahora Jonathan Rhys Meyers se ha subido al carro de “los vampiros molan” y nos la va a contar una vez más. ¿Y qué por qué verla si ya nos han contado la historia mil veces como bien ya he dicho? Pues por esto.
Ellas son Mina Murray (Jessica De Gouw) y Lucy Westenra (Katie McGrath, a quien ya la hemos visto haciendo papeles croqueta en ‘Dates‘), que desde siempre me ha parecido que tenían una relación de algo más que amigas, sobre todo por parte de la señorita Westenra, pero en esta serie parece que nos lo están dejando más claro que el agua, tanto es así que ya existe un tumblr para la pareja y el subtexto lésbico es tan grande que sólo nos falta un anuncio de neón detrás de ellas en las escenas en las que están juntas para que hasta los ciegos se den cuenta. ¿Crees que exagero? Yo creo que no.
Que podría pasar que no consiguiéramos más que continuo subtexto lésbico y nada de chicha de la buena porque esto es Drácula y ya sabemos todos cómo acaba la cosa, pero ahí es donde os equivocáis. Tal y como anuncia el cartel promocional de la serie, la leyenda es vieja pero la sangre es nueva, y con eso lo que vengo a decir es que no es la misma historia que nos han contado siempre. Para empezar, y sin que sea un gran spoiler puesto que es algo que vemos al finalizar el primer episodio (y si sois super atentas al inicio se medio adivina también), aquí Drácula y su eterno enemigo; Van Hellsing, son aliados, y ya partiendo de esa premisa, de la de que Jack The Ripper es un vampiro, que tenemos una pareja gay canon en la serie desde el principio y que Lucy le pone ojitos a Mina en todas y cada una de las escenas, podemos esperar algo más entre ellas. Que vaya o no vaya a suceder, ya no depende de mí. Sé que es una pena, pero es así.
Y ahora lo importante. ¿Vale la pena la serie? A ver, yo aún estoy decidiendo mi opinión sobre la serie, pero he leído comentarios de gente que la sigue y la califica de fantástica, increíblemente buena, lo mejor que veo en mucho tiempo y todo tipo de cumplidos. Para mí no es para tanto, aunque es cierto que la serie tiene de momento tres episodios y que le ha dado un buen giro de rosca a la historia de siempre. Lo malo es que ese giro es el que precisamente puede acabar estropeando la serie por completo, pero yo de momento pienso continuar pegada a la pantalla para verla cada semana porque me encantan los vampiros, me encanta Drácula, odio la relación de Mina y Jonathan desde el primer día (más bien es que odio a Jonathan Harker desde la primera vez que le vi) y de pronto veo que el Mina/Lucy podría ser algo más que la mente de una fangirl que ve croquetas por todas partes.
Se nos fue el mejor verano lésbico ever, pero quizás estemos empezando el mejor otoño lésbico de todos los tiempos, haz la cuenta tú misma.
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